jueves, 28 de enero de 2021

Semana Santa e hiperrealidad




"La Guerra del Golfo no ha tenido lugar". Así, con esta afirmación sorprendente, titulaba Jean Baudrillard una serie de tres ensayos publicados en 1991: 'La Guerra del Golfo no tendrá lugar', '¿Está teniendo lugar la Guerra del Golfo?' y 'La Guerra del Golfo no ha tenido lugar'. 
En una simplificación quizás burda, reduccionista, venía a decir, y hay que contextualizar el momento dentro del bombardeo mediático de los bombardeos sobre Bagdad, valga la redundancia, y lo que la retransmisión en directo de aquella guerra supuso, que realmente al espectador no le importaba si aquello era real o no. Una guerra retransmitida en directo, supuestamente, vendida mediáticamente así, quirúrgica, casi diríamos que indolora para los civiles, que (al principio) obviaba imágenes que mostraran sufrimiento o crueldad. Era como ver una película, como un videojuego, como un ejercicio, inconsciente para nosotros, de irrealidad. Y es que a nosotros como espectadores nos daba igual si la guerra a la que asistíamos a través de nuestras pantallas de televisión existía realmente o no. A nosotros nos la estaban mostrando, nosotros asistíamos, desde la seguridad de la distancia, sentados en nuestros salones, a los bombardeos sobre Irak. Asistíamos a una guerra limpia, inocua, aséptica, una guerra sin muertos, un espectáculo televisivo que mostraba, en paralelo a una realidad que no se nos mostraba, un simulacro verosímil e indoloro que generaría unas audiencias brutales para las cadenas televisivas. Asistíamos a una guerra como si de un espectáculo televisivo se tratara, veíamos esa guerra que nos querían mostrar y no la guerra de verdad. Un relato preparado, enlatado, almibarado. Una perfecta presentación, no de lo real, sino de un simulacro que nos parecía real y que, quizás, desde el punto de vista moral, nos convenía. Era la presentación en nuestras pantallas de un mundo de hiperrealidad y frente al que éramos incapaces de distinguir claramente la frontera entre lo real y lo irreal.
Para Baudrillard, en el mundo contemporáneo, imágenes falsas reemplazan a la realidad y lo que se nos ofrece es un simulacro que percibimos como real, hasta tal punto que nos hace incapaces de distinguir entre realidad e irrealidad. Y este fenómeno de simulacro, de hiperrealidad, aunque presente en casi todo lo que engloban los medios de comunicación de masas, 'mass media' en inglés, se hace más evidente en el medio televisivo. En una cita de Pierre Bourdieu: "(...) la televisión que pretende ser un instrumento que refleja la realidad, acaba convirtiéndose en un instrumento que crea una realidad".
Indudablemente la manera en que nos llega cualquier información, el modo en cómo aprehendemos el mundo, la realidad, ha variado de forma patente desde la aparición de los medios de comunicación de masas, pero de un modo abrumador con la expansión de la televisión y, en los últimos años, con la accesibilidad a la información en nuestros móviles en cualquier momento y lugar y con la brutal expansión de las redes sociales. En oposición a la sociedad industrial, Baudrillard define la sociedad postmoderna o, más bien, establece que una de las características de la sociedad postmoderna es la producción de signos enfocados al consumo, no ya la producción de bienes como anteriormente. "La economía produce mercancías como cultura del mismo modo que se produce cultura como mercancías", en opinión de Leonardo Oitanna. Como establece Oitanna en su análisis del pensamiento del filósofo francés en su ensayo 'Cultura y Simulacro', actualmente "los simulacros se adelantan a los hechos: los medios crean el acontecimiento. Así, lo real no es ya sólo objeto de representación, ahora es objeto de reproducción indefinida, infinita. La realidad se disipa, se volatiliza por exceso. (...) Todo parece indicar que el éxtasis de la comunicación conduce a la desaparición de lo real".
Hay una percepción inconsciente de que todo ocurre en los medios de comunicación y en las redes sociales y, sin darnos cuenta, casi obviamos lo que ocurra fuera de estos ámbitos. Y, al igual que en el caso de la Guerra del Golfo, para muchos da igual si lo que ven ha ocurrido realmente o no. Ellos lo han visto, a ellos se lo han contado y no se van a plantear si lo que ha ocurrido en sus pantallas ha ocurrido en la realidad o no.
Como en la práctica totalidad de los ámbitos, la Semana Santa no es ajena a estas tendencias y, si bien esos medios de comunicación de masas llegaron más tarde a ésta, podemos afirmar que actualmente, y aunque sea a nivel local, la presencia e importancia de esas fuentes de información son realmente notorias para muchos. Programas de radio, de televisión, canales de Youtube, las secciones de lo que tradicionalmente ha sido prensa escrita,en papel, en versión digital continuamente presentes en las pantallas de nuestros terminales, Twitter, Instagram...
La forma, la manera en que nos llega la información cofradiera ha experimentado una evolución absolutamente espectacular, al menos cuantitativamente, otra cuestión a analizar sería la calidad de esa información. Pero eso es tema para tratar aparte. Hace unos treinta o cuarenta años la información cofradiera era casi marginal y, sobre todo, quedaba circunscrita a una estacionalidad. Actualmente la presencia de este tipo de información es constante y accesible durante todos los días del año. Creo que podemos afirmar, sin riesgo a equivocarnos, que el paradigma de la información cofradiera es absolutamente diferente, y esto además ha tenido, tiene, un efecto no sólo en cómo nos llega la información sino en cómo percibimos y vivimos la Semana Santa. Los medios de comunicación han convertido la Semana Santa en un producto más que vender.
Estamos continuamente bombardeados por la información cofradiera, y quizás esto pueda desembocar en una cierta insensibilización al estímulo. La cotidianeidad de la contemplación de la maravilla, es decir, lo que nosotros identificamos como algo que nos maravilla, creo que puede llevarnos a una especie de anestesia en la contemplación de lo que antes nos emocionaba, nos lleva a perder la capacidad de asombro y a perder una de las claves, a mi entender, que tienen las fiestas en Sevilla: la espera.
Como decíamos, podemos establecer que el paradigma de cómo aprehendemos el mundo ha variado y, como en cualquier ámbito sociocultural, la Semana Santa no se queda atrás, es permeable a este fenómeno. Antes vivíamos la Semana Santa y disfrutábamos, estoy seguro que mucho más, de la espera. Ahora la Semana Santa es algo diario, cotidiano, algo que ya, de alguna manera, no esperamos. Consumimos continuamente Semana Santa, nos preparan el producto, como una afición más, y observo que para muchos les es igual, o eso parece, si la realidad, el referente, tiene lugar o no. Convertidos en espectadores/consumidores de Semana Santa ya nos da igual si ésta tiene lugar o no. Simplemente queremos que nos la cuenten, verla, independientemente de si está ocurriendo o no. Nos basta con experimentar su representación, su simulacro y ni siquiera nos hace ya falta saber si es real. Como afirma Baudrillard, hay una sobrexposición a la realidad, o a eso que creemos realidad, hasta tal punto que nos hace incapaces de distinguir ésta de lo no real, lo que desemboca en un estado de lo que él define como hiperrealidad.
Igual esto se refleje en que ya haya quien no necesita patear las calles en Semana Santa, no necesita oler la cera ardiendo de los nazarenos mientras espera que llegue el paso, ni siquiera sentir el calor de una bulla, y les vale con seguir retransmisiones de radio y televisión. Puede que esto sea uno de los signos del cambio de paradigma en la forma de vivir la Semana Santa en los últimos años.
No sólo habíamos llegado a la desacralización de la Fiesta por una buena parte de los espectadores, nada nuevo, esto es algo con lo que siempre hemos convivido, tampoco descubro nada. Que hay público para los que la parte religiosa de la Semana Santa no tenía trascendencia, su acercamiento a ésta tenía componentes sociales, culturales, consuetudinarios..., eso siempre ha existido. Pero llegamos a un plano diferente, pasamos a romper cualquier nexo con la realidad, el referente, y nos basta con que se nos presente un simulacro verosímil.
Habrá quien encuentre este planteamiento absolutamente absurdo. Yo sin embargo sí veo signos que pueden reflejar estas tendencias en el cambio del paradigma. Recordemos cómo el año pasado muchos durante una Semana Santa atípica veíamos vídeos (de años anteriores) cada día de las procesiones que no estaban teniendo lugar. Incluso hubo una recogida de firmas y peticiones para que Canal Sur Radio reprogramara como un falso directo las procesiones del año anterior. Había muchas personas para las que si había procesiones o no parecía, hasta cierto punto, indiferente. Simplemente querían, necesitaban, vivir la experiencia. Y en el mundo actual vivimos experiencias a través de las redes sociales, a través de nuestras pantallas. Con eso les bastaba. Y no planteo si esto es bueno o malo. No entro en eso. Simplemente describo lo que percibo, que tampoco tiene que ser lo que perciban los demás.
La televisión (los referidos 'mass media' en general) crea una densa red que envuelve al individuo-espectador y se llega convertir en la fuente única para la recepción y percepción y, yendo más allá, la recepción y percepción de aquello que conviene a una sociedad sostenida por el consumo. Se llega a una producción autoreferencial de cosas que sólo se dan en los medios y, asociados además, a unos parámetros de espectacularidad. Para Baudrillard los medios de comunicación ya generan sus propios recursos incluso al margen de la realidad, y esa realidad mediática e impostada es a lo que podemos definir, según él, simulación, hiperrealidad. Igual los medios de comunicación cofradieros estén llegando incluso a ese punto.
¿Llegaremos a ver una Semana Santa así? ¿Hay ya consumidores de Semana Santa que casi solo la perciben a través de las pantallas? ¿Nos basta ya no con vivir realmente la experiencia sino con recibir una especie de placebo como sustituto? El tiempo nos lo dirá.

La foto, en GAS.

No hay comentarios: