martes, 18 de diciembre de 2012

El Ancla y el Salvavidas

La relación que establece el sevillano con Dios y su bendita Madre, seguramente hablando desde el desconocimiento de lo que pueda ocurrir en otros lugares, es una relación cercana. Y es cercana hasta el punto de que con Dios y con su Madre, humanizados en la madera que el imaginero algún día esculpió, no son pocas las personas que mantienen una relación casi vecinal o incluso familiar en numerosos casos. Aquí se habla con Jesús y María de tú a tú. Rara es la casa en la que no se tiene una fotografía, un cuadro, un busto del Cristo o de la Virgen de su devoción. Y es con Ellos con los que habitualmente se comparten alegrías y penas, pedimos consejo, mantenemos conversaciones que seguramente con nadie más podemos mantener. Abrimos nuestros corazones de forma total y brutal a Ellos, conversamos, nos quejamos, les reñimos incluso como si fuera alguien propio de nuestra familia, de nuestro entorno. Y seguramente, si así lo hacemos, es porque así debe ser.
Se me viene a la mente la imagen de aquellas latas membrillo en las que estaba representada la Esperanza, alimento físico y espiritual a la misma vez. Qué bella metáfora de la teología sevillana.
En Sevilla cuando vamos a San Lorenzo decimos "voy a visitar al Gran Poder". Pero además cuando lo decimos no nos referimos a visitar la basílica como lugar físico, sino que vamos a la casa del que en sus manos tiene el Poder y la Fuerza. Porque Él es vecino del barrio, de todos el más distinguido pero a la misma vez el más humilde. Y su familia es tan numerosa que se extiende por toda Sevilla, es el Dios de la  Ciudad del que habla Carlos Colón y va al encuentro de sus hijos cuando sale en la Madrugá su cofradía. ¡Qué privilegio los costaleros que acercan al Gran Poder a todos sus hijos! Son tiempos para la Esperanza, necesitamos más que nunca que así sea. Muchos son los que pasan auténticas necesidades, unas veces de forma evidente y clara, otras de manera soslayada, casi muda, en la estampa cada vez más presente del pobre vergonzante, esos que han venido a menos y aún intentan mantener apariencias y nivel de vida. El que ha sido pobre toda la vida lo es aún más llegando a unos niveles muy inferiores del considerado como umbral de pobreza. La necesidad la tenemos al alcance de nuestras miradas aunque muchas veces no queramos verla.
Lamentablemente esto está suponiendo una prueba de fuego para muchas familias que se las ven y se las desean para poder dar de comer a diario a sus hijos. Qué hermoso y simbólico el oficio del panadero que con sus manos prepara ese alimento cada día. Y qué sacrificio para dar ese pan a sus hijos quitándoselo de la boca pero sin un atisbo de duda para hacerlo.
Y a la vez pone a prueba matrimonios que afrontan la crisis económica como una pequeña barca que se adentra en un mar embravecido, siempre a punto de naufragar. El índice de separaciones y divorcios ha aumentado, es una realidad estadística. Qué difícil se me hace asumir que cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana. ¿Por qué se tienen que mezclar conceptos tan distantes entre si y que uno tenga tanta influencia sobre el otro? Lo de "contigo pan y cebolla" quedó en pura utopía imagino, la sociedad devora al hombre débil, ¿acaso somos creadores de una bestia que acabará por destruirnos? En algún momento de la historia nos hemos equivocado, no hay duda.
Pasear por Sevilla para hacer el triste descubrimiento de las cada vez más numerosas personas que duermen a la intemperie en parques, soportales, bancos,. Los desahucios son noticia habitual en medios de comunicación, pero lo habitual deja de ser noticiable y entonces permanece en el silencio y el olvido. Pero que nos acostumbremos a verlo en las noticias hace que casi trivialicemos el drama y la repetición de la visión de lo trágico no debe hacernos verlo dentro de la normalidad.
Nos estamos acostumbrando a convivir con los desahucios. Y estos no solo referido a las personas que quedan sin hogar. Si atendemos a la etimología, desahuciar significa quitar la esperanza. Y lo peor en ocasiones son las personas que son desahuciadas de sus ilusiones, de sus expectativas, de sus vidas. Ahuciar, que significa precisamente dar esperanza, es un verbo casi en desuso tanto en el habla como en lo que encierra su significado. Hagamos entre todos que cobre valor y que todo el mundo pueda tener la Esperanza en sus vidas.
El hombre camina hacia la deshumanización y el concepto de hombre bueno, de bonhomía hacia los demás, es cada vez menos usual. Sin embargo a veces te encuentras personas que el azar les hizo vivir en Madrid, en Arabia o en una Roma muy particular y que se defienden como gata panza arriba por creer que el mundo aún puede ser, al menos, un poquito mejor y así lo demuestran cada día. No hay que perder la esperanza en el ser humano, y esas personas hacen que yo no la pierda. Y no la pierdo cuando veo médicos, policías, miembros de Protección Civil que más allá de desempeñar una profesión, demuestran día a día que están ahí sobre todo por vocación de servicio a los demás. Y si alguna vez hay algun hombre que saca la ira y la furia, lo compensa con el corazón que a buen seguro hay dentro y que a veces disfrazamos con un escudo hecho de ínfulas y apariencias para protegernos a nosotros mismos.
Me resisto a ver que no haya luz que ilumine el camino, una luz de Esperanza como rezan las velas de algún palio. Qué bello gesto de los donantes de órganos. Y eso me hace llevar mi pensamiento a la calle San Jacinto y cómo esa Estrella puede desprender tanta luz sin pedir nada a cambio.
En estos tiempos hay muchos casos de hombres que caen, pero como ese Jesús que cargó con el peso de nuestras culpas debemos levantarnos cada vez que nos veamos en el suelo. Nunca es tan grande el hombre como cuando está postrado ante Jesús Sacramentado. En estos días lo pude ver en la calle Pureza, frente al sagrario las mismas personas que acababan de ser inundadas de Esperanza por la Madre de Dios se postraban ante Dios Sacramentado con la mayor humildad. Pocas cosas, quizás nada, más puro que esto. La Esperanza se simboliza en un ancla, y reconforta saber que ese ancla está sujeta por una cadena hecha de notas musicales y que mantiene el barco a salvo de las tempestades. Pero además tener la certeza de que la Reina y Capitana de la la calle Larga de Triana te auxiliará con el salvavidas que en su mano lleva para los que en alguna ocasión están a punto de ahogarse.
Hablábamos hace un momento de caer, de las pruebas a las que el hombre se debe enfrentar en la vida. En pintura a veces podemos encontrar la manzana, una manzana caida, como representación del hombre que ha pecado, del hombre caído en desgracia, y desgraciado, por analogía con el Génesis. Pero creo que es solo una parte de la metáfora. Si en la mitología clásica esa misma manzana es representación del amor y la belleza, prefiero quedarme con esta parte: caer para volver a levantarse. Nada hay que nos pueda dar más Esperanza en estos días.

La foto está tomada de www.todocoleccion.net