domingo, 15 de octubre de 2017

Cofradías, poder y cobardía

En 1928 el Calvario sacó a la Virgen de la Presentación en paso de gloria y la custodia de asiento de la Sacramental de la Magdalena por motivo de una visita de la familia real a Sevilla. Eran tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera. Apenas cinco años después, en 1933, no sale ninguna cofradía. Eran tiempos convulsos, y de una parte la situación socio-política seguramente no aconsejaba la salida y de otra los dirigentes de las hermandades, en gran parte contrarios a la república, aprovechan la situación para sumar una presión añadida a la ya de por si complicada situación culpando al Gobierno de la ausencia de las procesiones en la ciudad. Solo un año antes, en 1932, una única hermandad salió en aquella Semana Santa, la Estrella. Una historia manida, manoseada, y que durante muchos años tuvo una lectura (oficial) bastante diferente a lo ocurrido realmente, como un desafío a la II República, cuando la mayor parte de los hermanos mayores presionaron para que no hubiera cofradías en la calle.
Hermandades que se ven beneficiadas patrimonialmente por la pugna entre la reina Isabel II y los Duques de Montpensier, una hermandad que monta los pasos sin ser Semana Santa y recibe a monarcas con hermanos vistiendo la túnica nazarena -no para realizar estación de penitencia-, una centuria romana que tras la procesión va a cumplimentar como fuerza militar, supondremos, a un rey...
No deben extrañarnos hechos así. Las hermandades forman parte de la sociedad y, además, aunque muchos puedan pensar que no sea así, son permeables a los cambios políticos y sociales, quizás no por inclinación natural, o al menos no siempre, sino por continua necesidad de adaptación a los tiempos.
Es un hecho, una evidencia, que las clases políticas y la nobleza, el poder en definitiva, han encontrado en las cofradías un camino sencillo, efectivo y aparentemente inocente para llegar al pueblo. Y este, casi seguro de forma inconsciente, ni siquiera habrá reparado en ese vehículo que brindaba a aquellos. La religiosidad, la Semana Santa, es algo tan identitario, algo que consigue sensibilizarnos de una manera tan especialmente intensa, que es difícil que no despierte nuestra simpatía hacia aquellos que se acerquen a esta aparentemente desinteresadamente. Y no deja de llamar la atención esto ya que si hay algo que pueda ser una constante histórica de las hermandades es su carácter reaccionario frente a cualquier injerencia, no solo del poder civil sino también del poder religioso al que al menos teóricamente le debe obediencia. 
Que determinados personajes en el poder hayan querido acercarse a las hermandades o que estas mismas hayan coqueteado con el poder no debe llamarnos la atención. Unos han podido encontrar en las hermandades una vía para aproximarse al pueblo (sin negarles que en parte les pueda mover la devoción), y las hermandades para ganarse, si es que se puede decir así, un prestigio social y, a veces, un incremento patrimonial, una mayor influencia gracias a las relaciones establecidas según con quién.
Que Queipo de Llano, militar golpista y cruel represor durante la Guerra Civil a lo largo y ancho de Andalucía, se acercara al mundo de las hermandades, pues, no debe llamarnos la atención. Y no es ya una cuestión estrictamente cofradiera, sino que las hermandades forman parte indisoluble de la vida social de la ciudad y es muy difícil desligar, a veces, una cosa de otra.
Desde hace años se viene reclamando que se saquen los restos de Queipo de Llano de la Basílica de la Macarena. Si bien es cierto que la hermandad hace unos años promovió (instando a la familia para que lo autorizara) que la lápida fuera desprovista de cualquier mención o referencia franquista, los restos del militar continúan allí. El Ayuntamiento y el Arzobispado no tienen competencias, parece ser, para  ordenar la exhumación. Ni la Junta de Andalucía siquiera aún atendiendo a la Ley de Memoria Histórica. El templo pertenece a la hermandad, pero los restos, al parecer, no pueden ser trasladados a otro lugar sin el consentimiento de la familia. Y esta no parece estar dispuesta a ello.
Es sin duda una situación incómoda para muchos. Seguramente con la retirada de las menciones franquistas o militares se cumpla con la legalidad. Pero, ¿es suficiente con esto?
Creo sinceramente que no. Es cierto que el enterramiento en la basílica del militar se debe contextualizar y entender en un momento y unas circunstancias. Pero no es menos cierto que la tibia actitud de la hermandad no es de recibo a las alturas que estamos. Y menos aún la del todavía hermano mayo, Manuel García, que nunca mejor dicho ha pensado 'el muerto... para el siguiente'.
Y para mí no es una cuestión esencialmente política, no es una cuestión de revanchismo entre dos bandos. Quizás, es una opinión personal, esa triste politización, seguramente difícil de evitar, sea uno de los errores de la puesta en práctica de la citada ley y puede que por ello, sin negar las actitudes contrarias al desarrollo de la ley por ciertos, muchos, sectores, la ley no consiga el consenso deseable.
En mi opinión debería primar en esto, más que cualquier otra consideración, el plano humano de la tragedia cuyas heridas se pretende cicatrizar, cerrar heridas dolorosas aún a sabiendas de que es solo una solución paliativa.
Huelga ahondar en datos, no son difíciles de conseguir, sobre la represión en Sevilla, en toda Andalucía, llevada a cabo por Queipo de Llano. Y aunque haya discrepancia en las cifras, con aquellas que sean más prudentes en evaluar la cantidad de ejecutados, prisioneros políticos condenados a trabajos forzados, desaparecidos,..., con las cifras más escuetas de esa represión nos valdría para valorar la tragedia. No es descabellado pensar que entre estos represaliados hubiera no pocos devotos y hermanos de la misma hermandad. Y no es ilógico pensar que esas familias, para rezarle a esa misma devoción que su padre o su abuelo fusilados rezaban, hayan tenido que pasar por delante de la tumba del responsable de la muerte de sus mismos familiares. ¿Hay mayor muestra de perdón, de humildad y de respeto que desterrar el odio gracias a la devoción por parte de estas familias?
Esa misma humanidad que debería primar en la aplicación de la ley, esa empatía con el dolor de los descendientes de aquellos represaliados por Queipo de Llano, en definitiva, una consideración hacia los descendientes más que merecida, es lo que debería mover a la hermandad a adoptar una postura clara, sin medias tintas, a favor del traslado de los restos a otra ubicación. Y probablemente la Hermandad de la Macarena no pueda más que solicitar, instar a la familia a ese traslado. Pero creo que es una cuestión de respeto y un acto de humanidad que la hermandad deje de escurrir el bulto y afronte algo que debió hacer hace años. Sé que el perdón es necesario, pero también que cualquier amparo que se le haya dado o se le dé a quienes haya cometido tales crímenes, crímenes de lesa humanidad, puede que sea en el fondo 'bendecir' esos crímenes con el silencio, la inacción y la cobardía.

La foto tomada del diario El Mundo : Los cinco días andaluces de Eva Duarte de Perón

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