"No perdamos la perspectiva, yo ya
estoy harta de decirlo, es lo único importante". Así comienza
Camilo José Cela su novela 'La Colmena' (Buenos Aires 1945/46). La
que habla es Doña Rosa, que regenta un café donde se reune parte
de la sociedad literaria de Madrid. Cela que siempre estuvo atento a
los movimientos y tendencias de las nuevas técnicas narrativas y
corrientes filosóficas desarrolla aquí lo que algunos han definido
como un collage, una serie de retratos-fotografías del Madrid de
posguerra. La técnica narrativa usada ha sido descrita como
narración múltiple en tiempo simultáneo, quizás Cela debió haber
leído 'Manhattan Transfer' (aunque esta abarque un lapso temporal
mayor) de John Dos Passos para asimilar la técnica narrativa que
este ya había usado previamente en esa novela pero en cualquier caso
esta forma de estructurar las historias estuvo bastante influenciada
por las propias técnicas narrativas de la industria del cine que en
aquellos años desarrollaba un incipiente e importante despegue. De
cualquier manera, La Colmena constituye un ejemplo paradigmático de
lo que es una novela coral donde múltiples personajes aparecen en
ocasiones a veces casi episódicas, pero que sirven para esbozar un
retrato de una época o unos acontecimientos, en este caso el Madrid
de postguerra que podemos ampliar a la totalidad de España. En La
Colmena, exceptuando quizás el personaje de Martín Marco, no sé si
en este caso proyecta Cela algo de autobiográfico en él e
inconscientemente le infiera una preeminencia no ideada,
posiblemente ningún personaje destaca sobre los demás. No hay
ninguno que estando fuera de la acción narrativa en ese momento esté
sin embargo presente incluso así, nadie es protagonista 'per se',
sino supeditado a la finalidad descriptiva del paisaje urbano y sobre
todo social que se desarrolla. No hay un argumento cerrado y carece
de desenlace, es una novela al servicio de la acción, como hemos
dicho, descriptiva de una época. Solo cada personaje se convierte en
protagonista, en ocasiones casi episódico, en la medida en la que
temporalmente aparece y desaparece de la acción narrativa.
Al igual que esta, otras obras de la
literatura contemporánea española como 'Los Santos Inocentes' de
Miguel Delibes adoptan este tipo de narración que beben igualmente
de la corriente filosófica perspectivista desarrollada por Nietzsche
y que en España y en esa época tuvo su máximo valedor en Ortega y
Gasset. No podemos establecer una realidad absoluta y hay que tener
en cuenta la totalidad de las perspectivas, mi verdad es válida para
mi pero a la vez convive con la verdad de cada uno de los otros
individuos que se acercan a la realidad.
Estamos ahora en Sevilla en una noche de Abril en un cruce de calles cualquiera donde se halla detenido un palio que no podemos distinguir por aquello de que, como le ocurre a los foráneos, todos los palios nos parecen hoy el mismo. El capataz, que de esto ya tiene experiencia, quería parar el palio antes de llegar al cruce, que luego las corrientes de viento que corre en estas calles estrechas son muy traicioneras. Traicioneras y con malas intenciones como un cinqueño 'toreao' y te apagan media candelería en un plis plas. A él, al capataz, casi le da igual la candelería, pero le incordia que luego le hagan parar cada dos por tres el paso y hacer las paradas más largas para encender y luego hay que andar más deprisa, y él, el capataz, 'rara avis', ante todo quiere mirar por sus hombres. Pero el fiscal de paso, y es la tercera vez que se lo hace esta tarde, no le ha hecho ni caso, ha mandado que el paso avance unos metros más y todo para dejarlo arriado justo delante de donde esperaba un compromiso que él desde la delantera del paso, pavoneándose, ha acertado a ver. Y así lleva toda la tarde, intentando ver con antelación a todo conocido y personajillo por conocer para dejarse ver como fiscal del palio, parándole el palio a su antojo esperando recibir como pago por el gesto unos réditos en su vida particular y profesional que nunca recibirá. Unos metros más adelante, precediendo a la presidencia y ante-presidencia, no menos de cuarenta monaguillos con sus correspondientes padres y un par de paveros que por mucho que se afanan no dan abasto para controlar a los pequeños (y a los padres menos aún), y que desde bastante antes de la Campana no les cuadran las cuentas del número de monaguillos con la lista que les dio el Diputado Mayor porque los padres los sacan cuando les viene en gana ajenos a las instrucciones que ellos les dieron.
El pertiguero se debate entre esforzarse en llevar a sus acólitos perfectamente formados, que los ciriales vayan encendidos y a la par dejarse ver en ese puesto de privilegio de los pocos de la cofradía a cara descubierta. Ser pertiguero del palio es un privilegio que ha sacado a gala entre todos sus amigos de grupos jóvenes de otras hermandades y hoy hay que demostrarlo. Casi no lo ha mencionado, ha preferido obviarlo, pero va de pertiguero porque a quien le correspondía por antigüedad en el cuerpo de acólitos ha entrado en la cuadrilla del palio. Ha entrado de 'pico', ya sabía que cuando el listero repartiera los trabajos él no iba a tener relevos propios. Pero ha entrado, que era lo importante. Ya la cofradía va de recogida y apenas sí se ha metido unas pocas chicotás de las que se dicen de hacer metros. Da igual. Lo que contaba era entrar. Lleva casi toda la tarde delante del paso porque debajo se ha metido realmente poco. Además se ha relacionado no mucho con los compañeros de cuadrilla, mitad por poca confianza, la vergüenza y que es el novato, todo hay que decirlo, siendo nuevo en la cuadrilla llegó a la igualá 'de listillo', solo había sacado antes un paso pequeño de gloria pero la actitud arrogante de que 'todo lo sé' no ha sentado bien entre los antiguos de la cuadrilla que también creen saberlo todo y eso le ha pesado para integrarse. Realmente ha entrado aunque sea así, de esa manera, aún sin haber hueco, como otros, porque es sobrino del Teniente de Hermano Mayor. Apenas sí le han dado algún relevo, ya de hecho la cuadrilla va doble y solo en su palo hay dos picos más aparte de él para repartirse los trabajos que los antiguos no quieren. Pero bueno, así disfruta del palio aunque sea a costa de una tortícolis porque para poder ver algo tiene que hacer un escorzo bastante pronunciado ya que la visera del costal le tapa prácticamente la vista, incluso por debajo de la frontera de la cavidad ocular, muy por debajo de los ojos. La ropa se la ha comprado a uno que tiene fama haciendo costales, ya tiene página web y etiqueta los que vende con el nombre de un insecto: "Costales el Tabarrito". El que lleva lo ha comprado en exclusiva, es de saco de café (no sabría yo decir si Catunambú o Saimaza), y la tela tiene unas listas con unos colores que según le ha dicho no habrá otro igual junto con unos calcetines con la bandera de España y las cañas del pantalón a la altura de las rodillas. Como decíamos lleva toda la tarde acompañando al palio, entre acólitos, cangrejeros, penitentes 'por lo civil' y los hermanos acreditados de seguridad de la hermandad.
Lo de los penitentes 'por lo civil' lo diremos de aquellos hermanos de la cofradía que prefieren no vestir la túnica, algunos con su papeleta de sitio en el bolsillo, prefieren cangrejear, co-presidir la cofradía sin vara que llevarse a la mano, realizar labores de diputado espontáneo,..., en lugar de vestir el hábito de la hermandad. Que se les pueda ver en medio del cotarro enchaquetados, encorbatados,enmedallados y con su escudo de solapa bien visible. Hoy es día para usar 'Patrico' hasta decir basta sobre sus menguadas melenas. En ocasiones este tramo apócrifo de la cofradía lo conforman 'indignados' del seno de la hermandad, antiguos hermanos mayores y miembros de junta, otros hermanos mayores y miembros de otras juntas que nunca fueron porque perdieron aquellas elecciones que según ellos estaban amañadas, y otras faunas y especies diversas.
¡Ah!, y el cuerpo de seguridad, que no se nos olvide. La mayor parte formado por asiduos, al menos relativamente, a la hermandad muchos de los cuales no han encontrado hueco en la cofradía en el puesto que deseaban y esto palia en parte esa desilusión. Una suerte de guardia pretoriana que cree que entres sus indefinidas atribuciones entra poder empujar a gusto a público, nazarenos y hermanos, e incluso cuerpos de seguridad oficiales. Nada como una acreditación colgada del bolsillo de la americana, si dispone de pinganillo mejor que mejor, para proyectar en este día merced al cargo ostentado las frustraciones de la vida diaria, haciendo buena la máxima tan sevillana de "si quieres conocer a fulanito, dale un carguito".
Estamos ahora en Sevilla en una noche de Abril en un cruce de calles cualquiera donde se halla detenido un palio que no podemos distinguir por aquello de que, como le ocurre a los foráneos, todos los palios nos parecen hoy el mismo. El capataz, que de esto ya tiene experiencia, quería parar el palio antes de llegar al cruce, que luego las corrientes de viento que corre en estas calles estrechas son muy traicioneras. Traicioneras y con malas intenciones como un cinqueño 'toreao' y te apagan media candelería en un plis plas. A él, al capataz, casi le da igual la candelería, pero le incordia que luego le hagan parar cada dos por tres el paso y hacer las paradas más largas para encender y luego hay que andar más deprisa, y él, el capataz, 'rara avis', ante todo quiere mirar por sus hombres. Pero el fiscal de paso, y es la tercera vez que se lo hace esta tarde, no le ha hecho ni caso, ha mandado que el paso avance unos metros más y todo para dejarlo arriado justo delante de donde esperaba un compromiso que él desde la delantera del paso, pavoneándose, ha acertado a ver. Y así lleva toda la tarde, intentando ver con antelación a todo conocido y personajillo por conocer para dejarse ver como fiscal del palio, parándole el palio a su antojo esperando recibir como pago por el gesto unos réditos en su vida particular y profesional que nunca recibirá. Unos metros más adelante, precediendo a la presidencia y ante-presidencia, no menos de cuarenta monaguillos con sus correspondientes padres y un par de paveros que por mucho que se afanan no dan abasto para controlar a los pequeños (y a los padres menos aún), y que desde bastante antes de la Campana no les cuadran las cuentas del número de monaguillos con la lista que les dio el Diputado Mayor porque los padres los sacan cuando les viene en gana ajenos a las instrucciones que ellos les dieron.
El pertiguero se debate entre esforzarse en llevar a sus acólitos perfectamente formados, que los ciriales vayan encendidos y a la par dejarse ver en ese puesto de privilegio de los pocos de la cofradía a cara descubierta. Ser pertiguero del palio es un privilegio que ha sacado a gala entre todos sus amigos de grupos jóvenes de otras hermandades y hoy hay que demostrarlo. Casi no lo ha mencionado, ha preferido obviarlo, pero va de pertiguero porque a quien le correspondía por antigüedad en el cuerpo de acólitos ha entrado en la cuadrilla del palio. Ha entrado de 'pico', ya sabía que cuando el listero repartiera los trabajos él no iba a tener relevos propios. Pero ha entrado, que era lo importante. Ya la cofradía va de recogida y apenas sí se ha metido unas pocas chicotás de las que se dicen de hacer metros. Da igual. Lo que contaba era entrar. Lleva casi toda la tarde delante del paso porque debajo se ha metido realmente poco. Además se ha relacionado no mucho con los compañeros de cuadrilla, mitad por poca confianza, la vergüenza y que es el novato, todo hay que decirlo, siendo nuevo en la cuadrilla llegó a la igualá 'de listillo', solo había sacado antes un paso pequeño de gloria pero la actitud arrogante de que 'todo lo sé' no ha sentado bien entre los antiguos de la cuadrilla que también creen saberlo todo y eso le ha pesado para integrarse. Realmente ha entrado aunque sea así, de esa manera, aún sin haber hueco, como otros, porque es sobrino del Teniente de Hermano Mayor. Apenas sí le han dado algún relevo, ya de hecho la cuadrilla va doble y solo en su palo hay dos picos más aparte de él para repartirse los trabajos que los antiguos no quieren. Pero bueno, así disfruta del palio aunque sea a costa de una tortícolis porque para poder ver algo tiene que hacer un escorzo bastante pronunciado ya que la visera del costal le tapa prácticamente la vista, incluso por debajo de la frontera de la cavidad ocular, muy por debajo de los ojos. La ropa se la ha comprado a uno que tiene fama haciendo costales, ya tiene página web y etiqueta los que vende con el nombre de un insecto: "Costales el Tabarrito". El que lleva lo ha comprado en exclusiva, es de saco de café (no sabría yo decir si Catunambú o Saimaza), y la tela tiene unas listas con unos colores que según le ha dicho no habrá otro igual junto con unos calcetines con la bandera de España y las cañas del pantalón a la altura de las rodillas. Como decíamos lleva toda la tarde acompañando al palio, entre acólitos, cangrejeros, penitentes 'por lo civil' y los hermanos acreditados de seguridad de la hermandad.
Lo de los penitentes 'por lo civil' lo diremos de aquellos hermanos de la cofradía que prefieren no vestir la túnica, algunos con su papeleta de sitio en el bolsillo, prefieren cangrejear, co-presidir la cofradía sin vara que llevarse a la mano, realizar labores de diputado espontáneo,..., en lugar de vestir el hábito de la hermandad. Que se les pueda ver en medio del cotarro enchaquetados, encorbatados,enmedallados y con su escudo de solapa bien visible. Hoy es día para usar 'Patrico' hasta decir basta sobre sus menguadas melenas. En ocasiones este tramo apócrifo de la cofradía lo conforman 'indignados' del seno de la hermandad, antiguos hermanos mayores y miembros de junta, otros hermanos mayores y miembros de otras juntas que nunca fueron porque perdieron aquellas elecciones que según ellos estaban amañadas, y otras faunas y especies diversas.
¡Ah!, y el cuerpo de seguridad, que no se nos olvide. La mayor parte formado por asiduos, al menos relativamente, a la hermandad muchos de los cuales no han encontrado hueco en la cofradía en el puesto que deseaban y esto palia en parte esa desilusión. Una suerte de guardia pretoriana que cree que entres sus indefinidas atribuciones entra poder empujar a gusto a público, nazarenos y hermanos, e incluso cuerpos de seguridad oficiales. Nada como una acreditación colgada del bolsillo de la americana, si dispone de pinganillo mejor que mejor, para proyectar en este día merced al cargo ostentado las frustraciones de la vida diaria, haciendo buena la máxima tan sevillana de "si quieres conocer a fulanito, dale un carguito".
A todo esto el paso está a punto de
levantar, ya el capataz ha llamado a sus hombres después de unos
minutos de descanso en los que se ha intentado encender esa
candelería, pero como dicen los de la caña "en el cruce de
calles es imposible" y no han podido volver a encender más de
seis o siete velas. La gente mientras se ha asomado para ver entre el
asombro y el ensimismamiento lo poco que se puede ver con los
faldones levantados mientras el 'aguaor' ha ido dando de beber a la
cuadrilla. A muchos les parece este mundo de los costaleros un mundo
desconocido, casi arcano, un mundo de héroes que realizan un
esfuerzo increíble. Y es eso: increíble. Increíble cómo han cambiado
esto, pues hubo otro tiempo en los que la imagen del costalero no
tenía ese halo casi mitómano al que ha devenido, muy al contrario,
eran denostados por el mundo cofrade. Antes hacían un mayor esfuerzo
que no era elevado a la categoría de proeza o heroicidad en muchos
caso con un solo relevo, o sin este incluso, y durante toda la
semana. Ahora realizando menos esfuerzo se les aúpa a un nivel
superior. Llama el capataz a uno de los pateros de atrás y este
aprovecha para dedicar su enésima 'levantá' en lo que va de tarde
copando su pequeña parcela de protagonismo. Pareciera que lleva
preparadas esas dedicatorias escritas por las mejores plumas de la
literatura, pura poesía. O puro ripio, que para gustos los colores.
Y el paso se levanta y al cimbreo de candelería y varales se une un
grito casi estertóreo e indisimulado, más bien intencionadamente acentuado, que viene
de las entrañas del paso proferido por los miembros de la cuadrilla
como consecuencia del esfuerzo.
Nada más levantar el paso, y como
estaba dispuesto, sin mediar tambor, ha empezado a sonar una marcha de
estas de nuevas tendencias estilísticas, a medio camino entre el
flamenco-pop y las más variadas composiciones verbeneras-feriantes.
Pero al mismo tiempo desde un balcón cercano un cantaor ha empezado
una saeta. Esto es una de las peores cosas que le puede suceder a un
cantaor en la tesitura de cantar una saeta, que al arrancarse la
banda inicie los acordes de una marcha. A los sones de la marcha y el
arranque del cantaor se une una mezcla casi pareja de voces de
desaprobación, no se sabe si contra el cantaor o contra la banda, y
expresiones de mofa del público que allí se encuentra. El público
ya no atiende a la Virgen ni al paso, está más pendiente de ese
duelo entre banda y cantaor que no lleva a ninguna parte pero que
sirve de motivo para escarnio de uno y otros. Finalmente el cantaor
desiste de su intento esperando una mejor ocasión. Nada más entrar
al interior de la casa las palmadas de su séquito que le ha
acompañado a este compromiso. El cantaor estaba contratado por la
hermandad para cantar esta saeta y otra al Cristo. Además de que ha
llegado tarde a cantarle al Cristo, ahora no ha podido terminar su
labor. Le aseguraron que el paso pararía justo antes de la esquina y
que justo en ese momento debía acometer su interpretación. Así le
indicaron el Hermano Mayor y el Mayordomo. Pero como hemos visto el
paso lo han parado en la confluencia de las calles por capricho del
Fiscal de Paso. Ya el cantaor no tenía claro lo que debía hacer. El
Hermano Mayor ya ha echado varias miradas inquisidoras hacia el
balcón y mientras el cantaor comenta que cómo le va a pedir al
Mayordomo que le pague después de lo sucedido, el séquito le anima
a reclamar lo que es suyo argumentando que la culpa no la ha tenido
él. A ver cómo acaba la cosa.
Mientras el paso avanza y justo cuando
emboca la siguiente calle hay que pasar un pequeño tramo muy
estrecho a causa de balcones y farolas que angostan el paso de la
calle. Y ahí se tiene que ver la pericia del capataz. Hay gente que
se ha agolpado en ese sitio y que lleva ahí desde hace más de dos
horas solo para ver ese momento. El año pasado lo vieron y
disfrutaron tanto que llevan toda la cuaresma soñando con revivir
ese momento. El paso avanza y una multitud 'cangrejea' delante del
mismo. En esas que dos miembros del cuerpo de seguridad de la
hermandad, sí, esos con pinganillo y acreditación colgada del
bolsillo de la chaqueta, empiezan a empujar a los de esa fila a la
voz de "señores, avancen, aquí no pueden estar que el paso no
cabe". Nuestro grupo de amigos piensa "si estamos en la
misma loseta en la que estuvimos el año pasado, la calle es la misma
y el paso no lo han agrandado, ¿cómo no va a caber?".Sus
intentos de permanecer en el sitio son infructuosos y tienen que
agregarse al grupo 'cangrejeador' para mientras avanzan junto con los
miembros de esa seguridad ver que su lugar es ocupado por otros que
venían en la bulla y constatar que allí sí se cabía. Visto lo
visto empiezan una disputa dialéctica con la seguridad que acapara
la atención de los que van en esa bulla. Pero mientras el paso sigue
avanzando y llega el momento de la estrechez, el momento de la
cuadrilla, pero sobre todo del capataz.
La estrechez existe, eso no se puede
negar, pero al momento hay que darle mayor emoción de la que quizás
requiera técnicamente en aras de una mayor lucidez emotiva. La
hermandad lo quiere así y a él, al capataz, le sirve para
lucimiento propio. Es como ese portero de fútbol que tiene una parada
razonablemente fácil pero que se adorna con una palomita para buscar
la ovación del respetable. Además el momento se hace coincidir
justo con el trío de la marcha, una marcha que tiene un solo de
trompeta muy llamativo y aflamencado, con un soniquete muy parecido a
una rumba bastante conocida. La marcha la ha compuesto un cantante de
sevillanas y rumbas precisamente. Bueno, él ha dispuesto la melodía, pero la
armonización y las partituras las ha tenido que delegar en un músico
profesional con no pocos arreglos melódicos para que medio pudiera
interpretarse. Pero este ni aparece en el disco ni como colaborador
siquiera. El caso es que al trompeta que hace el solo le encanta
lucirse con esta marcha. Antes tocaba la corneta en una de las
mejores bandas de cornetas y tambores, pero lleva un par de años en
esta banda, aún no lee todo lo correctamente que fuera de desear una
partitura, pero tiene unas dotes interpretativas envidiables y por
eso está ahí, para interpretar ese tipo de solo.
El capataz da las voces de mando
dramatizando en exceso, impostando al máximo la voz con una actitud
quizás excesivamente artificial, sobreactuando, pero muy efectista,
de eso no hay duda. A la misma vez uno de los pateros de delante
jalea las órdenes del capataz y alaba las virtudes de este, reales e
imaginarias. Pero no es extraño. El que va de patero con toda
seguridad es uno de los peores peones de la cuadrilla. El sitio se lo
ha ganado a base de convidás al capataz y contraguías a los que
sigue a todo evento y hermandad en la que son requeridos y cumple
casi las funciones de los bardos que alababan en las cortes
medievales las virtudes ciertas o no de su señor. Bueno, el bardo o
el bufón, ¿quién sabe?. Y es de bien nacidos ser agradecidos, como
agradecido también es el estómago del capataz con las convidás...,
y ahí que va de patero el hombre. Entre alabanzas y felicitaciones
el patero se ha llamado más largo de lo requerido y los varales han
tropezado ostensiblemente contra el balcón. Mientras el capataz
intenta mitigar el contratiempo y evitar magnificarlo a la voz de
"seguimos igual", el patero nada más que hace repetir que
él no se ha llamado y que solo se llama él y nadie más,
descargando culpas en los otros costaleros. Algo muy típico,
personificar en uno mismo y hacer propios los méritos de la
cuadrilla y colectivizar e incluso enajenar de uno los errores. Como
decíamos, algo muy típico. Algo muy humano.
Mientras el paso sigue avanzando con la
marcha, el Hermano Mayor no cabe en si de gozo y se vanagloria de
cómo va la cofradía marchando a la vuelta, no sabemos si porque no
ha visto los numerosos cortes que llevan los tramos o si aún
conociendo ese detalle prefiere obviarlos. El Fiscal de Paso sigue
saludando a propios y extraños acercándose a estrechar sus manos,
al igual que lo hace el pertiguero pero este con esa tan sevillana
salutación que se da entre los integrantes de una procesión que van a
cara descubierta como es el leve cabezazo para a la par que mostrar
el gozo de encontrar a alguien conocido, pero sobre todo el gozo de
ser visto, ese hacerse notar en tan memorable trance. El costalero que
va de pico sigue en la delantera del paso sin separarse de este y
creyendo subjetivamente que eso le hace participar del esfuerzo de
los que van debajo. Ahora que empieza a despejarse la bulla el
saetero acaba de salir de la casa y se dirige a la bodeguita que hay
unos metros más adelante para tomar una manzanilla que le temple la
garganta mientras alguien que va por la calle se le acerca y le dice
que ha estado muy bien. Al saetero ya se le ha olvidado que la
actuación ha sido prácticamente inexistente, como para no recordar,
y agradece orgulloso el halago. Quizás cuando llegue a casa dude de
si lo dicho ha sido más guasa que otra cosa, pero ahora mismo no
repara en ello. La gente aún celebra el solo del trompeta de la
banda mientras los paveros ya casi dan por misión imposible el
controlar su tramo, casi más por los padres que por los niños.
Pasan los candelabros de cola, los manigueteros, luego esos nazarenos
con la extraña función de "escoltas de manto", varios
hermanos y hermanas de promesa, el Fiscal de Banda, la banda con su
trompeta solista, el de la escalera, el del carrito,..., mientras el
paso se va alejando a golpe de tambor adentrándose en la oscuridad de la calle
apenas iluminada.
Esta escena descrita con un estilo
deslabazado, casi ingenuo, es solo una excusa para hacer notar cómo
por la Semana Santa pasan o, mejor dicho, pululan, no sé si es la
expresión más acertada pero quizás sí recoge etimológicamente
las connotaciones que me gustaría recalcar, infinidad de personas y
personajes que conforman el elenco que da vida a esta fiesta de la
ciudad, a esta obra de teatro que se representa anualmente. La Semana
Santa es al igual que decíamos de 'La Colmena', una obra coral por la
que pasan multitud de personajes que carecen de protagonismo propio.
O mejor dicho, su protagonismo es efímero, pasajero. Quizás dura
solo unos momentos, unos minutos. Cuando el tío de la caña enciende
la candelería el público atiende absorta la demostración de su
pericia en el cometido. Al pasar el tramo de los monaguillos, ese
protagonismo se lo llevan esencialmente los pequeños, a veces los
desesperados paveros, pero son los padres que orgullosos de su
progenie, continuando la tradición para con la hermandad de la
familia, en su fuero interno se sienten protagonistas de la escena
aunque sea solo en su subconsciente.
El fiscal, el Hermano Mayor, el
pertiguero, incluso el que felicita al saetero con no poca guasa
seguramente por una especie de apuesta con los amigos... Todos en
algún momento se convierten en protagonistas de la procesión.
Colectivos que han alcanzado ese protagonismo incluso más allá del
momento de la procesión como son las bandas de música,
especialmente las de cornetas y tambores, y los capataces y
costaleros y que seguramente alcanzan ese protagonismo incluso fuera
de la Semana Santa de forma errónea suscitando un movimiento de
seguidores que parece incluso bastante alejado de cualquier
requerimiento religioso, semejando más una moda o el seguimiento de
fans de un grupo de música o un actor famoso.
Hablábamos de perspectiva, más
concretamente de no perderla. No podemos ser ajenos a que este tipo
de movimientos, de seguidores, ese protagonismo que diferentes
personajes alcanzan momentáneamente,..., hace que de una forma u
otra la Semana Santa alcance un auge, una vitalidad que difícilmente
alcanzaría de otra forma. Debemos ser conscientes, lo somos, de que
la forma y manera de acercarse a la Semana Santa es, debe ser,
diversa. Hay muchas maneras de aproximación al fenómeno que supone
esta fiesta. No debemos olvidar que la Semana Santa supone la fiesta
del pueblo, en este caso del pueblo sevillano. Pretender quedarse en
lo estrictamente religioso es irreal, un error. Hay muchas realidades
subyacentes y paralelas. La Semana Santa transfigura la ciudad, se
erige en herramienta vertebradora de su vida, tiene un carácter
utilitario para colectivos, barrios, estamentos sociales o gremios
(en otros tiempos en mayor medida) en tanto y en cuanto que se convierte
en instrumento de autoafirmación del colectivo en cuestión y de
Sevilla como concepto totalitario e identitario. Quedarse en una
pretendida ortodoxia de la fiesta y querer que esta sea una fiesta
estríctamente religiosa es, en Sevilla, rechazar una realidad
palpable a cada paso que demos. La Semana Santa trasciende lo religioso para
incorporarse al psique colectivo de la ciudad cumpliendo diferentes
funciones además de la propiamente doctrinal. La realidad de esta
'fiesta total' como ha sido definida por algunos está llena de
aristas y prismas, irregulares en la mayoría de los casos y
totalmente heterogénea. Hay que estar preparados para aprehender la
realidad de la Semana Santa sin prejuicios admitiendo a priori y de
salida que deberemos adoptar una perspectiva desde la heterodoxia
para poder comprender la realidad de la misma, tanto en lo formal
como en lo esencial.
Pero como decíamos no debemos perder
la perspectiva. Y puede que en algunos casos lo estemos haciendo. Si
bien debemos admitir que no podemos ceñirnos a una visión
estrictamente desde lo religioso y doctrinal, tampoco debemos
admitir la ausencia total de este aspecto. Convendremos en que la
Semana Santa en Sevilla no puede ser una celebración exclusivamente
religiosa, pero tampoco hasta el punto que la convirtamos en algo
puramente profano y ajeno a la Iglesia. No podemos apartar la
religiosidad de la celebración de la fiesta. No hay que olvidar que
el origen y motivo primigenio de esta es la Pasión, Muerte y
Resurrección de Jesús, hay que tenerlo siempre presente aunque sea
de forma quizás tangencial, puede, pero no exento de esta premisa
sin la cual no debe tener sentido o en todo caso habrá perdido el
sentido de su origen.
Hablábamos al principio de 'La Colmena'
como ejemplo de novela coral. En la Semana Santa como hemos visto
puede haber, hay, muchos protagonistas episódicos y fugaces. Pero no
debemos olvidar a los que son, aunque el guión pueda parecernos
equívoco, los dos protagonistas principales de la narración: Jesús
y María. Si perdemos ese punto de vista, si perdemos esa perspectiva,
sin duda iremos por el camino equivocado.
La foto corresponde con un fotograma de La Colmena, película de 1982 dirigida por Mario Camus, pero tomada la foto de www.culturamas.es.
No hay comentarios:
Publicar un comentario