
Hemos podido vivir en las últimas fechas procesos electorales en muchas de nuestras hermandades e incluso en el Consejo de Cofradías. Sin embargo no voy a hablar, de momento, sobre elecciones, si no sobre los que se van e incluso sobre los que ni han llegado.
Hace unos días apareció en ABC una entrevista al ex presidente Felipe González en la que afirmaba que "los ex presidentes son como jarrones chinos (...) estorban donde quiera que se pongan". También pudimos escuchar a Mariano Rajoy en unas declaraciones recogidas por El País en las que afirmaba "Aznar no rima con molestar, sí con no estar". Ni por asomo pienso juntar política y cofradías; ya hay quienes lo hacen. Pero esta situación que se da en política parece que en más de una ocasión se extrapola y se traslada al mundo de las cofradías. Los que abandonan los cargos parece que no quieren hacerlo, o al menos pretenden que su labor permanezca inalterada e inalterable más allá de la gestión de sus cargos. Y es que en no pocas ocasiones parece que es alargada la sombra de los que han ocupado el puesto de hermano mayor.
Los que acaban su gestión muchas veces pretenden seguir ejerciendo ese poder incluso cuando su mandato ya ha acabado. Esto puede producir fricciones entre el nuevo y el antiguo hermano mayor. El antiguo pretende aparecer como referente moral (al menos) de la hermandad. Parece que todo debe contar con su aprobación como si de un órgano consultivo (vinculante incluso) se tratara. Y cuando hay más de un ex hermano mayor mejor ni hablar, pues la lucha por ese poder residual al que aspiran, máxime si ha habido rencillas entre ellos (que suele ocurrir), es sin duda un estorbo para el que acaba de llegar.
El neófito en el cargo a veces pretende articular ese grupo de poder que como un grano le ha salido creando una junta consultiva de ex hermanos mayores (e incluso de ex miembros de junta). Sinceramente, no sé si es mejor el remedio que la enfermedad. Y el nuevo hermano mayor tampoco.
Hay otra situación que también puede producir un cierto problema en la gestión de las nuevas juntas y es cuando han optado más de una opción a la junta de gobierno. ¿Qué ocurre con los integrantes de la que no ha resultado elegida? En la mayoría de los casos estos 'no miembros de junta' se posicionan literalmente, valga el juego de palabras, como oposición (casi como en el congreso de los diputados) a cualquier actuación o decisión que lleve a cabo la junta de gobierno mientras aguardan agazapados a las próximas elecciones. La pluralidad de opciones es positiva en cualquier ámbito, y el espíritu critico también; pero la crítica destructiva y sistematizada no lo es. En estos casos no parecen trabajar por su hermandad sino trabajar para alcanzar en el futuro ese cargo que la decisión del cabildo de elecciones les negó.
Aunque en muchos casos las expectativas que generan una nueva junta pueda ser poco halagüeñas creo que se debe dar el beneficio de la duda y dejar trabajar al menos un tiempo razonable para poder ver la forma y los modos de actuar y esperar a conocer los frutos. Hay que saber dejar el cargo, no agarrarse a él y volver a ser hermano de número, que no nos cueste dejar la vara y coger el cirio en el puesto que nos corresponda en la cofradía (también los hay que una vez dejan el cargo dejan de vestir la túnica no sé si como una medida de una pretendida protesta o, más bien, para dejarse ver el día de salida). Hay que saber también no llegar a ocupar el cargo, asumir la derrota si es que la ha habido o se puede hablar de ella, y dejar trabajar a los recién llegados. Tan importante es llegar como saber irse; es difícil sin duda ejercer los puestos con eficacia, pero también saber dejar de ejercerlos. Cuando los cofrades aprendan esto habrán dado un importante paso en madurez.