
Con frecuencia oímos, como si habláramos de secreto de sumario, del secreto de cabildo. Ese secreto que más de una y de dos veces es más público que otra cosa. El secreto de cabildo, al menos yo así lo entiendo, no significa no poder desvelar las resoluciones y decisiones del cabildo. Normalmente, salvo que así se haya expresado en el cabildo porque la naturaleza de lo tratado así lo requiera, no hay problema en hacer públicas las decisiones. Lo que sí entra en el secreto de cabildo es desvelar las deliberaciones, lo que han dicho los demás miembros del cabildo (al menos por compañerismo) durante el mismo, el sentido de los votos de unos y otros,...
Lamentablemente ese sentido de la responsabilidad que antiguamente tenía el que entraba en una junta de gobierno parece que está en desuso. Seguramente en otros tiempos también se daba este tipo de circunstancias, pero en la actualidad la importancia que alcanza la información cofrade en prensa, radio, Internet,..., hace que no sea difícil que trascienda a lo público todas estas cuestiones.
Yo mismo he sido testigo de cómo minutos después de finalizar un cabildo de oficiales, hermanos que no eran miembros de la junta y no hermanos de una hermandad relataban con detalle y con información, a todas luces veraz, todos y cada uno de los detalles del cabildo recién terminado. Y luego ha aparecido reflejado en los medios de comunicación. Muchas veces es incluso el hermano mayor de turno el que interesadamente 'filtra' la información a los periodistas.
Y si esto ocurre en hermandades, en el Consejo de Cofradías el interés mediático se multiplica. Yo, a Dios gracias, nada más lejos de mi intención, jamás he pertenecido a la Junta Superior del Consejo. Pero imagino que el deber de secreto también debe existir entre los consejeros. Sin embargo las filtraciones existen.
La elección de pregonero, que desde siempre me había parecido algo reservado, secreto y arcano, se ha convertido en algo de carácter casi público. En las semanas previas los propios consejeros posicionan 'sus candidatos', vamos conociendo a quién votará cada uno, la prensa 'propone' los suyos en actitud casi impositiva, como si su opinión fuese vinculante, y este año parece que incluso el presidente prácticamente ya había 'prometido' incluso el atril a un conocido periodista con resultado adverso, lo que es vender la piel del oso antes de cazarlo. En definitiva todos queriendo hacer prevalecer sus intereses.
Después podemos ir siguiendo en prensa, radio o Internet el resultado de las votaciones, las otras opciones propuestas o qué votó cada consejero. Y cuando a raíz de estas situaciones el ambiente se enrarece el mismo periodista se encarga de publicar el estado de zozobra que afronta la institución después de esos deslices.
¿De quién es la culpa? Del consejero, hermano mayor o miembro de junta al que se le va la lengua por intereses personales o afán de protagonismo o del periodista que, con una doble moral, no duda en prestar oídos a estos asuntos, en muchas ocasiones sin contrastar la información, a veces fundadas incluso en los comentarios en foros, y publicarlos sin pensar las consecuencias, pero a renglón seguido critica la falta de discreción del confidente y la situación de inestabilidad de una junta o del Consejo.