lunes, 24 de noviembre de 2008

Confesando secretillos

Normalmente siempre ha sido más fácil irse de la lengua que guardar un secreto. Siempre nos ha gustado hacer pequeñas confesiones y desvelar secretillos porque al hacerlo parece que nos crece el ego, que somos importantes. Más si hay un oído, muchas veces interesado en el sentido peyorativo de la palabra, que está deseoso de que le hagamos nuestra confesión.
Con frecuencia oímos, como si habláramos de secreto de sumario, del secreto de cabildo. Ese secreto que más de una y de dos veces es más público que otra cosa. El secreto de cabildo, al menos yo así lo entiendo, no significa no poder desvelar las resoluciones y decisiones del cabildo. Normalmente, salvo que así se haya expresado en el cabildo porque la naturaleza de lo tratado así lo requiera, no hay problema en hacer públicas las decisiones. Lo que sí entra en el secreto de cabildo es desvelar las deliberaciones, lo que han dicho los demás miembros del cabildo (al menos por compañerismo) durante el mismo, el sentido de los votos de unos y otros,...
Lamentablemente ese sentido de la responsabilidad que antiguamente tenía el que entraba en una junta de gobierno parece que está en desuso. Seguramente en otros tiempos también se daba este tipo de circunstancias, pero en la actualidad la importancia que alcanza la información cofrade en prensa, radio, Internet,..., hace que no sea difícil que trascienda a lo público todas estas cuestiones.
Yo mismo he sido testigo de cómo minutos después de finalizar un cabildo de oficiales, hermanos que no eran miembros de la junta y no hermanos de una hermandad relataban con detalle y con información, a todas luces veraz, todos y cada uno de los detalles del cabildo recién terminado. Y luego ha aparecido reflejado en los medios de comunicación. Muchas veces es incluso el hermano mayor de turno el que interesadamente 'filtra' la información a los periodistas.
Y si esto ocurre en hermandades, en el Consejo de Cofradías el interés mediático se multiplica. Yo, a Dios gracias, nada más lejos de mi intención, jamás he pertenecido a la Junta Superior del Consejo. Pero imagino que el deber de secreto también debe existir entre los consejeros. Sin embargo las filtraciones existen.
La elección de pregonero, que desde siempre me había parecido algo reservado, secreto y arcano, se ha convertido en algo de carácter casi público. En las semanas previas los propios consejeros posicionan 'sus candidatos', vamos conociendo a quién votará cada uno, la prensa 'propone' los suyos en actitud casi impositiva, como si su opinión fuese vinculante, y este año parece que incluso el presidente prácticamente ya había 'prometido' incluso el atril a un conocido periodista con resultado adverso, lo que es vender la piel del oso antes de cazarlo. En definitiva todos queriendo hacer prevalecer sus intereses.
Después podemos ir siguiendo en prensa, radio o Internet el resultado de las votaciones, las otras opciones propuestas o qué votó cada consejero. Y cuando a raíz de estas situaciones el ambiente se enrarece el mismo periodista se encarga de publicar el estado de zozobra que afronta la institución después de esos deslices.
¿De quién es la culpa? Del consejero, hermano mayor o miembro de junta al que se le va la lengua por intereses personales o afán de protagonismo o del periodista que, con una doble moral, no duda en prestar oídos a estos asuntos, en muchas ocasiones sin contrastar la información, a veces fundadas incluso en los comentarios en foros, y publicarlos sin pensar las consecuencias, pero a renglón seguido critica la falta de discreción del confidente y la situación de inestabilidad de una junta o del Consejo.

La viñeta aparece en el blog de Adrián Palmas

lunes, 10 de noviembre de 2008

La mano izquierda


En origen una de las finalidades de las hermandades de Sevilla fue dar protección a los necesitados, dotar a las jóvenes casaderas o que iban a profesar los hábitos y que no disponían de medios económicos o disponer lo necesario para dar sepultura (aún hoy en día) a aquellos hermanos o devotos que, igual que las anteriores, no podían afrontar los gastos. Otras hermandades se dedicaban a atender a aquellos que se encontraban cumpliendo condena en la cárcel como el Amor -recordemos que los ángeles que van en los laterales del paso de este crucificado portan en sus manos unos paños en los que podemos leer "Amor y Socorro para los encarcelados- o la hermandad de la Trinidad que, haciendo gala de su vinculación con dicha orden, libera, de nuevo a partir de la Coronación de Ntra. Sra. de la Esperanza, un preso cada año.
Hay hermandades en Sevilla que, aunque no tengan carácter penitencial o ni siquiera organicen procesiones también desarrollan una importante labor como la hermandad de la Santa Caridad.
La labor de caridad cristiana ha estado siempre en mayor o menor medida presente en la realidad de las cofradías. En los años de la posguerra y hasta aproximarnos hasta la década de los setenta del siglo pasado esta labor estuvo quizás en un segundo plano, pero nunca ausente, por la lógica razón del estado de penuria que atravesaban las hermandades. Pero este aspecto ha ido en aumento con el paso de los años.
La práctica totalidad de la nómina de la Semana Santa cuenta con una diputación de caridad. Algunas de nuestras hermandades está cambiando la denominación de éstas por la de acción social, quizás por ese cierto tinte peyorativo que, lamentablemente, ha adquirido el término 'caridad', frente al meliorativo que nunca debió perder.
Todas las hermandades hacen considerables esfuerzos para fomentar este tipo de actuaciones. Podemos citar como ejemplo el economato social que numerosas hermandades sustentan y patrocinan y que incluso cuenta con la participación de voluntarios. Dicho economato ofrece productos como si de un supermercado al uso se tratara, pero la situación económica de los clientes que acuden a comprar han tenido que pasar la evaluación de las hermandades. Éstas cubren una parte del importe de los productos y los clientes pagan otra, todo ello sin ánimo de lucro por parte de la institución sino simplemente cubrir los gastos. Con ello facilitan la compra a aquellos que lo necesitan y a la misma vez no les hace sentirse en la situación vergonzante de recibirlos sin pagar nada.
Algunas hermandades apoyan o incluso organizan talleres de empleo -es mejor darle la caña y que aprenda a pescar que darle el pescado- como Santa Marta que creó una fundación junto con la patronal de hostelería para la creación de empleo en una zona degradada como era la Alameda. a
En ocasiones prestan servicios sociales que las instituciones no llegan a cubrir de manera conveniente, tal es el caso del Centro de Estimulación Cristo del Buen Fin, que parece que va a tener una continuidad en el tratamiento para los pequeños con otro centro que promueve la Esperanza de Triana.
Becas de estudio, talleres ocupacionales, atención terapéutica, hospitales de campaña, actuaciones en barrios marginales,... Es un hecho que las hermandades cumplen con una serie de labores sociales que en ocasiones difícilmente estarían cubiertas si no fuese por ellas. Los tiempos en que la caridad en las hermandades se entendía por algunos por pagar un par de recibos de luz atrasados o una lavadora ya han pasado, aunque con la actual crisis este tipo de medidas también son necesarias (y cómo). La Semana Santa no vive de espaldas a la sociedad (mal que algunos les pese y que les gustaría que fuese de otro modo); muy al contrario, hay hermandades que llegan a ser nexo de unión de barrios menos favorecidos y que son cauce para llevar a cabo acciones sociales que, de otra forma, encontrarían más dificultad para su buen término.
Que se podría hacer más no lo pongo en duda. Pero no es poco el esfuerzo y la labor que se realiza. Y todo ello con sus propios medios y desde la autofinanciación en la mayoría de las ocasiones. Y es que para otros es muy fácil disparar con pólvora ajena.
Nota: La ilustración pertenece a la página www.larepublica.com.uy